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La Mujer del Siglo XXI

Derechos reservados de autor a:

Arq. Isabel Rosas Martín del Campo Doctorante en pensamiento Complejo Máster en Escritura Creativa.

Hace algunos años salimos publicadas varias mujeres en una revista local pero con una influencia regional para el sureste mexicano muy importante, perteneciente todas a una asociación Internacional de mujeres empresarias, cuyo encabezado de portada fue: ¿Qué hilos mueven las mujeres de Quintana Roo? Desde luego, que muchos son los hilos que las mujeres contemporáneas movemos para el desarrollo de nuestro país, México.

Es por eso por lo que hoy abordo más que un tema, una reflexión: ¿qué es la mujer del siglo XXI?; acaso es definirse como una mujer virtuosa. El camino hacia la virtud no necesariamente está lleno de flores y de brisa cálida. Según Aristóteles en su tratado de la virtud, ésta es la fuente de las mejores acciones y pasiones del alma. Nos da la capacidad para poder realizar los mejores actos. Incluso nos dice que la virtud es el camino a la felicidad. Quizá se lea esto con cierto sesgo de cursilería, pero no es así. Para la mujer del siglo XXI la determinación de valores que sustentan su neo-filosofía desde su concepción, su gestación y finalmente su implementación al mundo real abre sus puertas a un mundo inexplorado siglos atrás: La mujer empresaria —del milenio más esperado de la historia contemporánea—, se ha transformado notoriamente con respecto a la mujer del siglo que antecedió a este, que, desde luego, fue un punto de inflexión para que el papel de la mujer en el mundo laboral se recapitula en acciones concretas de liderazgo. Los pensamientos modernos masculinos reconocieron el “imperio de lo femenino” (Lipovetsky). Mucho han tenido que ver los cambios paradigmáticos de pensamiento en relación con las nuevas y exigentes inclusiones que cada vez más, pugnan en favor de la paridad entre los sexos.

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Hoy nace un nuevo feminismo que reivindica el poder de la mujer que lucha y direcciona su mundo a ámbitos más intelectuales y de inclusión para el desarrollo económico del país. Se trata ya no de un feminismo victimizado sino de uno que tiene que ver con el poder de acción o del actuar.

En el caso de mujeres empresarias arquitectas los baluartes de intervención arquitectónica donde el hombre arquitecto tenía su soberanía por la naturaleza del oficio, hoy se va equilibrando esa balanza de lo que tradicionalmente correspondía a profesiones ejecutadas únicamente por el género masculino.

Cuáles son las virtudes de la mujer del siglo XXI —transformadoras de una mujer ya no solo conciliadora en segundo plano— que delinean el trazado de una mujer luchadora que triunfa en el seno de las organizaciones con puestos o direcciones de altísima responsabilidad y en el mejor de los casos en una mujer capaz de concebir, gestar y dar vida a una empresa, con la misma analogía de su propia maternidad, su principal virtud: la capacidad de gestar vida y dar a luz. Podríamos mencionar en este tenor dentro de las concepciones filosóficas: su capacidad intelectual como ser inteligente con sabiduría y prudencia, misma que durante siglos se trató de aminorar. 

Esta virtud mostrada como progresión e incitación para la escalada de nuevos peldaños jerárquicos dentro del mundo empresarial, está apostillada en otra de las virtudes que acompañan al amplio andar de la mujer moderna o, debo decir, contemporánea: Su sentido de la justicia, su fortaleza y su templanza para lograr posicionarse. Por poner un ejemplo, extraído del libro “La tercera mujer” de Gilles Lipovetsky, ya en entre 1974 y 1986 la presencia ejecutiva de la mujer dirigiendo grandes e importantes cargos empresariales se incrementó del 16% al 34.5% en un país como Canadá y entre el período de 1968 y 1990 el auge del empresariado femenino se elevó del 18% al 30%. Estimándose, por ejemplo, que, tan solo, en ese país las mujeres creaban tres veces más empresas que los hombres. En México, según el IPADE ya en el año dos mil trece de cada cinco pequeñas y medianas empresas que se abren, tres son dirigidas por mujeres. Esto equivale al 37% de aportación del sector empresarial femenino al PIB (Producto Interno Bruto).  Sin lugar a duda otra virtud que pondera estas cifras es su virtud dentro de estas concepciones morales filosofales: la voluntad y el carácter. Un hábito según Aristóteles, selectivo determinado por la razón con relación a la prudencia para la toma de decisiones.

Aunque parecen cifras muy alentadoras la intervención de la mujer aún no se estima dentro de una balanza horizontal para un mundo cuyos seres están conformados por hombres y mujeres. La relegación de la mujer es aún más baja en el ámbito laboral, donde sus aspiraciones no podrían pensarse siquiera en la idea de emprender un negocio pequeño, para solventar su día a día. Si bien la intervención de la mujer es cada día más próspera es necesario que estas mujeres exitosas del mundo empresarial se transformen de manera evidente en firmes fuentes de inspiración y de impulso para todas aquellas mujeres que todavía tiene dentro de su pensamiento secuelas de la mujer que piensa y cree que su único campo de acción es el espacio doméstico y maternal o el solo ser empleadas de jornada.

Es evidente que la mujer contemporánea ha demostrado que su capacidad virtuosa la hace una prometedora proveedora en lo económico de su hogar, pero más allá de lo económico está su naturaleza de ser protectora y anímicamente muy fuerte y sensible para saber que el objetivo final de su emprendedurismo o, de su intervención empresarial va con vistas al bienestar de su familia como su motor y su motivación más legítima. 

Aquí entra otra gran virtud de la mujer empresaria del hoy que nos ocupa; las virtudes teologales o, sobrenaturales (pensadas así para quien no profesa una religión, pero sí se guía de una espiritualidad), la fe, la esperanza y la caridad, inspiradas por un ser omnipotente a quien ofrecen sus alegrías, pero también sus vicisitudes. Tres conceptos que trasladados a la realidad fáctica pueden ser percibidos por quienes observan a la mujer exitosa del mundo empresarial como aquella persona fiable, buena administradora, y generosa siempre consciente de que su actuar es ejemplo por quienes es observada. Tan son así sus virtuosidades que las mismas estadísticas frías y concretas indican como el propio INEGI admite como la mujer empresaria destina más del 70% de sus utilidades a su comunidad y su familia, mientras que el hombre solo inyecta entre un 30 y un 40% de sus recursos.

Finalmente, puedo decir como arquitecta que la mujer arquitecta hoy, lucha todos los días por contribuir con el desarrollo de una ciudad, de un país y de sus habitantes que el trabajo en conjunto y en equipo es su mejor empresa colectiva. El hacer alianzas y sinergias abre las posibilidades de construirnos como desarrolladores de economías crecientes, pero sobre todo como desarrolladoras de mejores vidas para forjar mejores familias; la familia de sangre y la familia ciudadana con valores de lealtad y de pertenencia.

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