La región de Guanajuato, que en su lengua toponímica refiere a una elevación térrea plagada de ranas, debe gran parte de su identidad artística a los maestros del rubro que vieron la luz por primera ocasión en esta bella zona del Bajío: Diego Rivera, José y Tomás Chávez Morado, Juventino Rosas, Octavio Ocampo, Juan Fernando Olaguíbel, Jorge Ibargüengoitia, entre otros.
La ciudad de San Miguel, como parte estructural de la geografía ya mencionada, ha coadyuvado bastante en la situación identitaria, pues durante el decimonónico, la sociedad allendista vio erigir su Parroquia de la mano del Maestro Zeferino Gutiérrez y luego, en el siglo XX, vivió la conformación de grandes artistas cuando el peruano Felipe Cossío del Pomar funda la Escuela Universitaria de Bellas Artes.
Si lo anterior no fuese suficiente, se complementa que esta ciudad también vio nacer, durante el invierno de 1924, al Arq. David Muñoz Suárez, ente creativo que, luego de servir como peón en las cuadrillas que su padre lideraba, desarrolla sus estudios universitarios en la Academia de San Carlos, motivado por la imponente figura de aquel arquitecto que, con autoridad, daba indicaciones a su progenitor.
Según palabras del Arq. Salvador Zermeño, aludido por Muñoz (2012), en su obra, el maestro David, desarrolla una teoría de la arquitectura en la cual “se supera la modernidad y se resignifica la tradición mexicana”, confirmando que, la línea imperante dentro de su acervo académico, era la que demarca el movimiento moderno, instaurándole en el intradós de personajes como Juan O´gorman y Teodoro González de León.
Para nuestra honra y regocijo, como seres que pernoctan en esta ciudad talabartera, el Arq. David Muñoz desarrolla una mole de concreto que, flotada sobre cristal, se posiciona topográficamente en Paseo de los Insurgentes, en la zona noroeste de León; el complejo edilicio, denominado Edificio de Seguros del Centro, construido para la empresa HDI y que al día de hoy aloja las oficinas del INFONAVIT.
El constructo que en esencia es un aglutinante, lo manifiesta en diversas circunstancias pues, conforme el autor citado, en inicio se ligan dos conceptos que se contrapuntean en nuestro país en una época de grandes cambios socio culturales: la modernidad, que llega de occidente con el pensamiento funcionalista y solo experimentan unos pocos por la tendencia academicista; y la tradición local, que se gesta en “el ombligo del mundo” por y para las masas.
En lo matérico, el Arq. Muñoz amalgama de manera magistral, lo lítico y lo cristalino, pues con un desafío total de la fuerza de gravedad, la áspera piedra artificial se moldea con geometrías perfectas, con volumetría saliente y en total opacidad, para sobreponerse a los alisados vidrios que, a través de su ligereza, su transparencia y sin pudor alguno, dejan entrever el magistral quehacer arquitectónico de quien hoy se honra.
Como complemento del texto reciente, es prudente sugerir la emoción que David nos ofrece al emular lo tectónico y lo estereotómico, pues a pesar del paisaje sano y puro de los cristales, a pesar de la reverencia que realiza el concreto, aunado a la auto sombra que éste desarrolla, la composición da pauta a que el imaginario dicte que la lámina milimétrica de arena fundida, sea la que aterriza el edificio a la topografía inclinada.
El edificio en su interior, materializa un espacio híbrido cultural, mismo que funge como sitio sincrético: el patio central; aquel básico de nuestra arquitectura ancestral que, encontrándose a los pies de los basamentos piramidales escalonados, se alinea con los astros y con la cámara de adoración; ese mismo sitio que en el siglo XVI llega de la Península Ibérica siendo un eslabón en la arquitectura monacal y en la arquitectura hacendaria, las cuales proliferan en nuestro territorio.
A propósito de nuestro legado, la obra retoma la escalinata como ese puente etéreo que armoniza las entidades físicas y celestes pues, siendo el partícipe directo en la comunión interior-exterior, la lectura dicta que sigue siendo un mediador entre lo mundano y lo divino, a pesar que la alfarda, en esta ocasión, se separa en una línea horizontal longitudinal, convirtiéndose en el límite predial que redirige las miradas.
Asiéndonos de la relación adentro-afuera ya disertada, el inmueble arropa entre sus muros algunas terrazas jardín que, de manera introspectiva, desarrollan un escenario de regocijo que permiten el mejor desempeño de los sujetos dentro del objeto; espacios abiertos que rememoran la sensación de estar en un patio hundido, tan solo en contacto directo con la bóveda estelar.
El creador evitando el ocular centrismo contemporáneo de Juhani Pallasma (2005), pero sobre todo consciente de que la actividad que ha de preponderar en la organización a instaurarse en el espacio, implica que los neurotransmisores del usuario potencial, deban estar en flujo constante, se auxilia de elementos que son percibidos por otros sentidos y emite sonidos mediante la colisión del agua sobre la roca, con una fuente enraizada en el alma del edificio.
En el ocaso del presente, vale la pena resolver que la volumetría de una gran cruz griega impuesta sobre el símbolo cíclico prehispánico, sugiere el encuentro que se suscita hace cinco siglos entre naturales y foráneos, aquel que, mediante la aculturación, desprovee a Cuauhtlatoatzin de su distintivo poderoso, para dotarlo de un seudónimo castellano, una vez experimenta las mariofonías guadalupanas que, en lo habitual nos dotan de identidad.
A manera de despedida, es preciso resaltar la atemporalidad del complejo, esa misma que posiciona al Arq. David Muñoz Suárez entre los grandes maestros de la arquitectura de nuestro país; esa misma que permite que hoy en día, el legado socio constructivo, siga proliferando de la mano de sus herederos; esa misma que se gesta entre mampuestos, fierros y aglutinantes, para solidificarse y emerger, a través de las academias, hacia la eternidad.
Fabián Israel García Hernández
- Pallasma, J. 2005. Los ojos de la piel. La arquitectura y los sentidos. Barcelona, España. Editorial GG.
- Muñoz, M. 2012. La Arquitectura de David Muñoz y su legado. CDMX, México. Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial UNAM.