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Historias de
“El Arquitecto”.

Arq. Agustín Pedrote



Haciendo un poco de memoria a los años pasados, la vida que me tocó al empezar a estudiar Arquitectura en noviembre de 1983 era tan radicalmente diferente, que los estudiantes de hoy no lo entenderían, no hay forma de comprender la vida sin internet o 

una computadora, sin un teléfono inteligente o la prontitud de la mensajería, aunque así era…


No por mis canas creas que no sé hacer un render, de hecho, he vivido la transición del papel al AutoCAD en 2D y de ahí a las experiencias inmersivas; Venir de atrás en las carreras de fondo te da la ventaja de la inercia, por eso, debería ser más fácil adaptarse a cada novedad. Sin embargo, no es la normalidad, cada generación va formando arraigo a su origen y muchos de mis colegas de aquellos años sufrieron del exceso de amor al papel y nunca evolucionaron a la realidad virtual, lo que los fue dejando rezagados en los nuevos modos de expresión gráfica que va requiriendo la carrera de Arquitectura.





La Arquitectura cambia más lento que los modos de hacerla, los estilos perduran por años, pero la tecnología avanza rápidamente y en los últimos 20 años, los procesos de desarrollar un proyecto están en una carrera que ha pasado de procesar planos en una computadora, a esperar a que una inteligencia artificial plantee proyectos completos que, a mi juicio, nunca tendrán ese valor de la imaginación.


Es un error no evolucionar tanto como lo es no entender el origen del trazo a mano y renegar de lo uno o de lo otro, es un modo de perderse de la maravilla de ser arquitecto.


En mi caso, la inquietud de experimentar nuevos horizontes me llevó a un espacio mucho más complejo, un espacio que pinta a ser infinito, y me refiero a la red, a ese espacio que esta del otro lado del monitor o la pantalla del teléfono en donde cabe todo y encuentras lo bueno y lo malo juntos en una sola búsqueda. Empecé hace unos veinticinco años a compartir temas culturales primero por correo electrónico, después en blogs y en los últimos nueve años en redes sociales.


La Arquitectura siempre ha sido mi pasión y por muchos años la docencia me llevó a compartir lo aprendido, pero los compromisos de vida me hicieron dedicarme cada vez mas al despacho y cada vez menos a enseñar, eso sí, siempre con la inquietud de no guardarme los conocimientos adquiridos y tratar de compartirlos, por ello, empecé a hacer posts y videos sobre el día a día de un despacho de arquitectura y construcción.


 El primer año apenas éramos un par de cientos pero poco a poco el grupo fue mas nutrido y sin darme cuenta un día éramos cien mil personas, es como llenar un estadio y saber que pasaba por el escrutinio de cada persona, de pronto tenía un enorme número de jueces que muchas ocasiones buscaban cualquier excusa para atacar, y pasas de ser quien altruistamente dona su tiempo para compartir algún tipo de conocimiento, para transformarte en una especie de tiro al blanco de gente a la que no conoces y que sin misericordia y desde el anonimato que da la red, se convierte pelotón de fusilamiento…


La red tiene lo mejor y lo peor de la gente y perseverar en demostrar que hay algo bueno, termina por romper el paradigma de la crítica y de pronto empiezas a hacer comunidad, así pues haciendo de tripas corazón y aprendiendo a lidiar con los Haters (que por cierto son una minoría pero muy escandalosa) encontré que las redes sociales tienen más utilidades de las que usamos normalmente, está bien el uso tradicional de la exposición de nuestra vida y ver la de los demás en el quehacer diario, sin embargo, el potencial de compartir conocimiento a través de texto, imagen o video, multiplica el alcance que se puede tener de la misma exposición en por ejemplo un aula… Por esto, hace años decidí entregar los conocimientos adquiridos a las nuevas generaciones en la red, acotar para ellos algunos pasos que en su momento me fueron complicados y explicar cosas con las que todos los días lidiamos en el ejercicio de la arquitectura.


La página del El Arquitecto además de un reto personal, me mantiene en estudio cotidiano, actualizando el manejo de paquetería y al día en normativas, además de que las redes por naturaleza rompen fronteras, lo que me abre el panorama a la visión de otras latitudes en su forma de proyectar y construir, con lo que sin quererlo, salgo yo ganando en conocimiento, siendo un motor que genera su propio combustible.


La exposición en redes también tiene sus cosas malas, de pronto pierdes el anonimato de un paseo con la familia cuando alguien, que para tí es un desconocido, se acerca a saludarte y te dice su nombre esperando que lo recuerdes por algún comentario que puso en un post, sin saber que lees miles de comentarios todos los días y es casi imposible recordarlo todo y a todos, por lo que aprendes a desbloquear nuevos niveles de empatía y siempre se ven recompensados con el cariño de la gente que aunque no los conozcas te regalan unos minutos cada día para leerte o ver los videos donde compartes tu vida como arquitecto.


Entender la proporción del alcance de las redes sociales es casi surrealista, pensar que un video de tres minutos que planeaste varios días y preparaste en un par de horas, de pronto se hace viral y millones de personas lo ven, dejándote miles de mensajes y reacciones, es difícil de imaginar, es complicado de asimilar, es extraño. No siempre se viralizan las cosas que piensas, en ocasiones armas lo que considera que es un gran video o post y casi muere olvidado, otras haces un video corto y sin demasiada información y llueven las reacciones, la red es extraña, es celosa, si dejas de aparecer eres olvidado muy rápido, es cambiante y debes adaptarte a cada momento, la red se distrae fácilmente con videos de gatitos, pero si entre toda esta vorágine logras compartir conocimientos, bien vale la pena…


Quizá compartir ahora por este medio, sea parte de lo cotidiano desde hoy…




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